EL CULTO CRISTIANO

El culto ha sido considerado, por la mayoría de los cristianos, como el acto central de identidad cristiana a través de la historia. Muchos teólogos cristianos han definido la humanidad como homo adorans, o sea, "el hombre que rinde culto", significando así que el culto a Dios es central para comprender al ser humano.




La palabra culto  significa “valor”, "dignidad", "precio". En su sentido más general es un homenaje que se rinde a una persona o cosa. En este sentido podemos hablar de culto al héroe, culto al emperador, a los demonios, a los ángeles, incluso a las reliquias, y en especial a la Cruz. Este artículo se ocupará del culto cristiano de acuerdo con la siguiente definición: homenaje que se rinde a Dios, a Jesucristo, a sus santos, a los seres o incluso a los objetos que tienen una relación especial con Dios.
Hay varios grados de este culto:
  • Latría: si se dirige directamente a Dios, es superior, absoluto, el culto supremo, o culto de adoración, o, de acuerdo con el término teológico consagrado, un culto de latria (latría). Este culto soberano se debe solamente a Dios; si se dirigiese a una criatura se convertiría en idolatría.
  • Dulía: Cuando el culto se dirige a Dios sólo indirectamente, es decir, cuando su objeto es la veneración de los mártires, de los ángeles o los santos, es un culto subordinado dependiente del primero y relativo, en la medida en que se honra a las criaturas de Dios por sus relaciones particulares con Él. Los teólogos lo designan como culto de dulía, un término que denota servidumbre, y que, cuando se usa para denotar nuestro culto a los siervos distinguidos de Dios, implica que su servicio a Él es su título a nuestra veneración (cf. Chollet, loc. cit., col. 2407, y Bouquillon, Tractatus de virtute religionis, I, Brujas, 1880, 22 ss).
  • Hiperdulía: Como la Santísima Virgen tiene un rango supereminente y absolutamente independiente entre los santos, el culto que se le rinde se llama hiperdulía.
De acuerdo a estos principios, se entenderá fácilmente que un culto determinado se puede ofrecer incluso a objetos inanimados, tales como las reliquias de un mártir, la Cruz de Cristo, la corona de espinas, o incluso la estatua o imagen de un santo. Aquí no hay ninguna confusión o peligro de idolatría, pues este culto es subordinado o dependiente. La reliquia del santo es venerada por el vínculo que la une con la persona que es adorada o venerada, mientras que se considera que la estatua o imagen tiene una relación convencional con una persona que tiene derecho a nuestro homenaje, como un símbolo que nos recuerda a esa persona.

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